Los mitos funcionan como explicaciones imaginarias a fenómenos complejos, y sirven para transmitir valores, creencias y conceptos a las generaciones venideras. Los mitos no funcionan fuera de dichos sistemas de creencia.
Durante la pandemia, los mitos que mencionaremos han sido constantemente usados y replicados como una realidad para la Educación:
Cada uno tiene un estilo de aprendizaje (visual, auditivo y kinestésico), y cuando aprende un contenido nuevo acorde a su estilo de aprendizaje, aprende mejor.
Los estilos de aprendizaje provienen de la idea de aceptar y potenciar las diferencias individuales en la sala de clases, pero alcanzó un nivel de impacto más allá, sin tener evidencia científica.
Si bien atender a las diferencias individuales en la clase, y a veces diferenciar en las técnicas e instrucción que utilizamos puede ser positivo, categorizar a los estudiantes en un estilo de aprendizaje puede ser perjudicial para su aprendizaje.
Se cree que la teoría de estilos de aprendizaje proviene de teorías de la personalidad, de tipos de inteligencia o proveniente del mito acerca del uso de un hemisferio del cerebro más que otro.
“Cuando usamos una variedad de métodos para aprender algo, estamos poniendo la misma información en nuestro cerebro en vías neuronales ligeramente diferentes. Esto significa que será más fácil localizar la información para su posterior recuperación, porque ahora hay una variedad de formas de acceder a ella” Tokuhama-Espinosa, 2014.
La Pirámide de Aprendizaje defiende la idea de que la manera más eficaz de aprender es enseñando a alguien o intentando poner en práctica inmediatamente lo que has aprendido, ya que retenemos:
Increíble, ¿no?. Sin embargo, la Pirámide de Aprendizaje no tiene ningún respaldo científico sólido. Revisa aquí el Lirmi LIVE donde explicaremos bajo que fundamentos la Pirámide de aprendizaje se considera un mito y que implicancias puede generarnos al momento de enseñar.
Quienes nacieron después de 1984, nacieron con dispositivos tecnológicos a su lado, y por lo tanto, tienen capacidades excepcionales y únicas en comparación con generaciones anteriores respecto al aprendizaje. En el 2001, Prensky vio que los niños estaban rodeados de celulares, computadores, tablets, y asumió que:
El aprendizaje requiere esfuerzo, por lo tanto a través de esta metodología se construye una red de conocimiento bastante frágil. Después de todo, los adolescentes no son tan expertos como creemos en las TIC. O si lo son, es para jugar y revisar redes sociales; y en menor valor para crear-juzgar contenido y aprender. En todo caso, es esperable si no hemos generado espacios de aprendizaje al respecto.
Una de las cualidades de los “nativos digitales” es que pueden desarrollar dos o más tareas simultáneamente que requieren pensamiento (o procesamiento de la información) sin perder rapidez ni precisión.
A partir de lo que se ha planteado previamente, se puede deducir que nuestro sistema cognitivo no es capaz de procesar simultáneamente dos o más tareas. Por lo tanto, la idea tan popular en la cultura y en los medios (Rehbein, 2018), así como entre académicos (Prensky, 2001), que las últimas generaciones de jóvenes serían capaces de procesar en paralelo múltiples tareas, es un mito.
Cambiar rápidamente de foco atencional en tareas complejas (como las académicas) trae consigo costos cognitivos, como una menor atención y un retraso en el tiempo que nos toma completar la tarea: Volver a involucrarse con la tarea original toma mucho tiempo. Estos costos tienen efectos perjudiciales en el desempeño, los que muchas veces no son percibidos por los individuos.
No existe evidencia que sustente que quienes son denominados “nativos digitales” puedan alternar rápida y continuamente su atención de forma exitosa. Mayor familiaridad con la tecnología no implica habilidades cognitivas distintas o más avanzadas que las de generaciones previas.
Se ha visto que realizan multitarea con alta frecuencia, presentan desempeños inferiores, junto con una menor densidad de materia gris en la corteza cingulada anterior en jóvenes (Loh & Kanai, 2014). Más aún, se ha encontrado que una alta exposición a la pantalla sin involucramiento de adultos (más de 2 horas diarias), se asocia a una menor presencia de materia gris en zonas claves para el desarrollo del lenguaje (Hutton, Dudley, Horowitz-Kraus, DeWitt & Holland, 2019).
“Cuando los humanos intentan realizar dos tareas a la vez, la ejecución de la primera tarea lleva a la postergación de la segunda. Se cree que esta demora en la tarea es el resultado de un cuello de botella que se produce (…) e impide que dos operaciones de selección de respuesta o toma de decisiones se ejecuten simultáneamente (...) redes neuronales de áreas del lóbulo frontal actúan como un cuello de botella de procesamiento de información que limita severamente nuestra capacidad de realizar múltiples tareas” Dux et al., 2006, p. 1109. Esto demuestra la imposibilidad de realizar tareas que requieren pensamiento de forma paralela.
Revisa las cápsulas que resumen el Capítulo 4 del LIRMILIVE donde conocerás más a fondo sobre los mitos y cómo podemos utilizar ciertos factores para poder favorecer el aprendizaje de nuestros alumnos👇
Referencias:
Tokuhama-Espinosa, -T. (2014). Making classrooms better: 50 practical applications of mind, brain, and education science. WW Norton & Company.
Tokuhama-Espinosa, T. (2018). Neuromyths: Debunking false ideas about the brain. WW Norton & Company.
Ulrich-Boser-Learn-Better_-Mastering-the-Skills-for-Success-in-Life_-Business_-and-School_-or_-How-t.pdf. (n.d.).
Weinstein, Y., Sumeracki, M., & Caviglioli, O. (2018). Understanding How We Learn.https://doi.org/10.4324/9780203710463